El Papa, ante el Jubileo, ha sacudido literalmente el Vicariato de Roma. El cardenal vicario, Angelo De Donatis, de 70 años, ha sido relevado de su cargo y destinado a la Penitenciaría Apostólica, técnicamente uno de los tres organismos judiciales de la curia y también uno de los más antiguos, pero en realidad es considerado una especie de cementerio de elefantes. Un movimiento inusual y ciertamente sin precedentes: todos los últimos pontífices siempre han mantenido una relación de hierro con su propio cardenal vicario, una figura preciosa y central para ser el enlace entre el Palacio Apostólico y la ciudad de Roma. Basta solo pensar en la fuerte relación que unía a Wojtyla con el cardenal Ruini o a Benedicto XVI con el cardenal Vallini.
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Al mismo tiempo, el Papa Francisco también ha movido en la curia al jesuita Daniele Libanori, hasta ahora uno de los cuatro obispos auxiliares de Roma. Para él se ha creado un cargo ad hoc, bajo la directa dependencia del Papa, en la congregación de los Religiosos. Quién sabe si se ha hecho para alejarlo del Palacio de Letrán donde, en estos años, había entrado en conflicto con De Donatis. Libanori luchó como un león para asegurar que el reverendo ex jesuita Marko Rupnik, un artista de fama mundial pero muy controvertido porque fue acusado de repetidas violencias sexuales y psicológicas contra varias religiosas. Delitos considerados prescritos por la legislación civil pero bien conocidos por el Dicasterio de la Fe tanto que hace cuatro años se le impuso la excomunión que misteriosamente se canceló meses después. Hubo la intervención de la “mano” de algún protector en alto lugar y cuya identidad por el momento sigue siendo misteriosa para la mayoría.
Se dice que el movimiento de Francisco fue tomado en vista del Jubileo en el intento de dar vuelta la página en el Vicariato y crear las bases para estructuras internas menos conflictivas y más colaborativas con las periferias. En estos años, los choques en Letrán no han faltado. Para empezar, el Papa ha enviado a diócesis italianas a bien tres obispos auxiliares. Un cambio de este tipo nunca se había visto: Gianrico Di Ruzza, Giampiero Palmieri y Paolo Lojudice, este último luego hecho cardenal en Siena y ahora en predicamento para reemplazar a De Donatis aunque no es la única figura cardenalicia de la que se habla en los bastidores. Otros nombres que circulan hacen referencia al cardenal Matteo Zuppi, que desde Bolonia podría regresar a su 'Roma', o al actual obispo auxiliar Baldo Reina, de origen siciliano, muy abierto y amable. Sin embargo, la elección de Francisco aún no ha madurado y el lunes por la mañana tendrá una reunión con todos los obispos auxiliares romanos. También es posible (y nadie lo excluye) que elija no tener más un cardenal vicario en Roma sino solo un obispo referente como ha sido en algunos períodos en siglos pasados.
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El Vicariato de Roma en estos años ha sido sometido por Francisco a una auténtica cura de caballo para poder controlar mejor su actividad interna y alinearla con su idea de Iglesia de campo, un poco activista, poco inclinada a los palacios del poder y más a las periferias necesitadas. Con la Constitución Apostólica en Ecclesiarum Communione ha revisado el funcionamiento del Vicariato nombrando una comisión de vigilancia dotada de amplios poderes para examinar, controlar, evaluar los presupuestos, verificar la gestión del patrimonio inmobiliario, la transparencia de los contratos de alquiler y de las licitaciones, la regularidad de las relaciones laborales y realizar todas las verificaciones administrativas necesarias para determinar la existencia de posibles daños al patrimonio. Un texto importante con el cual también se revisaron los mecanismos de repartición del poder de los sectores de competencia territorial de los cuatro obispos auxiliares, vaciando así la figura del cardenal vicario de Roma.
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En octubre de 2021, Francisco había enviado al palacio de Letrán un equipo de expertos financieros y económicos para realizar una auditoría en regla. El objetivo era realizar una evaluación sobre el presupuesto consultivo y previsional de la diócesis y poner bajo observación las inversiones y la gestión.
Entretanto, no faltaban las quejas de muchos párrocos sobre el funcionamiento general de la diócesis. En la mesa del Papa, las cartas se acumulaban y esto lo indujo a emprender una serie de visitas en las parroquias periféricas para tener un diálogo directo con los sacerdotes. El pasado viernes estuvo en Casal Monastero, la cuarta visita de los últimos siete meses. Francisco estaba en silla de ruedas, con el usual esfuerzo pero dispensando mucho buen humor a los presentes. El cardenal De Donatis en todas estas visitas obviamente estaba ausente.
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