A sesenta años de la tragedia del Vajont que costó la vida a casi dos mil personas por una gigantesca inundación causada por un deslizamiento de tierra, una representación de la población de la provincia de Belluno fue recibida por Papa Francisco. «Reflexionando sobre el desastre, un aspecto llama la atención: la tragedia no fue causada por errores de diseño o construcción de la presa, sino por el hecho mismo de querer construir un embalse artificial en el lugar equivocado. ¿Y todo esto por qué? En última instancia, por haber antepuesto la lógica del beneficio al cuidado del hombre y del medio ambiente en que vive; de modo que, si su ola de esperanza es movida por la fraternidad, esa ola que trajo desesperación fue provocada por la codicia. Y la codicia destruye, mientras que la fraternidad construye».
Vajont, Mattarella en el cementerio monumental Fortogna
La noche del 9 de octubre de 1963, la ola mortal borró pueblos enteros y no fue una fatalidad, como luego se comprobó en la investigación del ministerio de Obras Públicas. La presa de Vajont, construida para aprovechar la fuerza de las aguas de la cuenca del Piave, habría tenido una capacidad extraordinaria de contención del agua y habría producido mucha energía eléctrica. Sin embargo, los responsables de los proyectos ignoraron deliberadamente los riesgos, como revelaron algunos informes técnicos, por ejemplo, los del técnico austriaco Leopold Müller. Los riesgos previstos por el geólogo fueron confirmados por un primer deslizamiento de tierra, tres años antes del desastre.
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Papa Francisco, al repasar esa página negra de la historia de Italia, llega a reflexionar sobre la actualidad. «No me canso de repetir que el cuidado de la creación no es un simple factor ecológico, sino una cuestión antropológica: tiene que ver con la vida del hombre, tal como el Creador la pensó y dispuso, y concierne al futuro de todos, de la sociedad global en la que estamos inmersos. Y ustedes, frente a la tragedia que puede surgir de la explotación del medio ambiente, dan testimonio de la necesidad de cuidar la creación. Esto es esencial hoy, mientras se está desmoronando la casa común, y la razón es una vez más la misma: la codicia de beneficio, una locura».
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