La reflexión del Papa Francisco sobre el vicio capital de la ira en las relaciones humanas

La reflexión del Papa Francisco sobre el vicio capital de la ira en las relaciones humanas
by Franca Giansoldati
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miércoles 31 enero 2024, 10:35

El vicio capital de la ira que hace que las relaciones humanas sean insoportables y pesadas, que es capaz de transformar a las personas en el lugar de trabajo o en la familia en brutales individuos capaces de ofensas, demoliciones del otro o incluso violencias gratuitas, ha sido el centro de la reflexión de Papa Francisco en la audiencia de hoy. Después de revisar otros vicios capitales en las semanas anteriores, esta vez se ha centrado en esta actitud sombría que modifica «a la persona dominada por la ira y se le reconoce por los movimientos de su cuerpo, por su agresividad, por su respiración agitada, por su mirada torva y enfadada. En su manifestación más aguda, la ira es un vicio que no da tregua».

Francisco ha contado que hay «hombres que reprimen la ira en el lugar de trabajo, demostrándose serenos y compasivos, pero que una vez en casa se vuelven insoportables para la esposa e hijos. La ira es un vicio extendido: es capaz de quitar el sueño y de hacernos maquinar continuamente en la mente, sin poder encontrar un obstáculo a los razonamientos y pensamientos. Es un vicio destructivo de las relaciones humanas».

En el origen de este mal estaría «la incapacidad de aceptar la diversidad del otro, especialmente cuando sus elecciones de vida divergen de las nuestras. No se detiene en los comportamientos erróneos de una persona, sino que lo tira todo en el caldero: es el otro, el otro tal como es, el otro como tal lo que provoca la ira y el resentimiento. Se empieza a detestar el tono de su voz, los gestos cotidianos, sus formas de pensar y sentir. Cuando la relación llega a este nivel de degeneración, ya se ha perdido la lucidez».

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¿Qué hacer? ¿Existen remedios para este camino de autodestrucción? El Papa Bergoglio admite la dificultad de modificar ciertos aspectos del carácter, pero una diferente interpretación de los eventos a través del perdón y la aceptación de los demás tal como son siempre es posible. Algo difícil pero realizable con buena voluntad. «En el "Padre nuestro" Jesús nos hace rezar por nuestras relaciones humanas que son un campo minado: un plano que nunca está en equilibrio perfecto. En la vida tenemos que lidiar con deudores que son incumplidores con nosotros; como ciertamente también nosotros no siempre hemos amado a todos en la justa medida. A alguien no le hemos devuelto el amor que le correspondía. Todos somos pecadores con las cuentas en rojo, y por eso todos necesitamos aprender a perdonar. Los hombres no se mantienen juntos si no también practican el arte del perdón, por mucho que esto sea humanamente posible. Lo que contrasta la ira es la benevolencia, la generosidad de corazón, la mansedumbre, la paciencia».

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Naturalmente, sin embargo, no todo lo que nace de la ira es incorrecto. «Las pasiones en cierta medida son inconscientes: suceden, son experiencias de la vida. No somos responsables de la ira en su surgimiento, pero siempre en su desarrollo. Y a veces es bueno que la ira se desahogue de la manera correcta. Si una persona nunca se enfadara, si nunca se indignara frente a una injusticia, si frente a la opresión de un débil no sintiera algo en sus entrañas, entonces querría decir que no es humana, y mucho menos cristiana».

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También el Papa Francisco no es inmune a perder los estribos y desbordarse en ira de vez en cuando. Causó sensación el vídeo grabado hace tres años, en la plaza de San Pedro, cuando frente a una fiel china que le pedía cuentas de China tuvo una reacción de la cual luego Francisco tuvo que disculparse públicamente en el Ángelus, algunos días después. Tomó, de hecho, a abofetear la mano de la mujer que detrás de las barreras la miraba asombrada. «Yo también a veces pierdo la paciencia, pido disculpas por el mal ejemplo de ayer» dijo el pontífice posteriormente. En otra ocasión admitió haber perdido los estribos cuando una mujer, durante una audiencia, le pidió que bendijera a su perrito contenido en un bolso. Luego el episodio fue parcialmente corregido por la mujer de las Marcas en cuestión que, llamada a declarar, explicó al Mensajero que las cosas no eran exactamente así, ella solo había extendido la mano para tocar y acariciar la del Papa cuando de la bolsa salió un Chihuahua que hizo sobresaltar a Bergoglio.

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