Sofia Goggia nunca alcanzará a Alberto Tomba. Al menos eso es lo que ella cree. Palabras suyas, palabras a La Repubblica donde una vez más se aferra a su vida privada. Ninguna palabra sobre quién está a su lado. Solo chismes, solo rumores sobre Massimo Giletti. «La vida es mía, mi vida es privada, me guardo esta parte para mí. Estamos muy expuestos al público como personas y como atletas, incluso a través de las redes sociales, pero creo que hay una esfera personal que debemos guardar para nosotros mismos». Pero piensa en convertirse en madre como su amiga Federica Pellegrini. Pero no de inmediato. «No antes de cuatro años al menos». Mientras tanto, se ha convertido en tía. «Es extraño porque estoy en esa fase en la que todos se casan y tienen hijos, yo todavía tengo los esquís en los pies. Sé que mi desafío tiene un tiempo determinado y quiero intentar ganar lo más posible. ¿Me siento en déficit? Solo sé que tengo 31 años y el reloj avanza. No como una amenaza, pero avanza».
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Sofia Goggia, de la vida privada a la carrera
La Repubblica le señala que Sofia se preocupa mucho por su apariencia. Ella niega. «No lo diría si viera el cepillo de plástico que tengo en la mochila de esquí: está en muy mal estado, tiene las cerdas diezmadas. Antes de las carreras tengo que hacerme una cola de caballo frente al espejo, me mojo las manos y las paso por el cabello para que no haya ninguno fuera de lugar, de lo contrario me molesta». Y en las noches de gala lleva «un traje elegante, no puedo ir salvaje, aunque sigo siendo una salvaje un poco más peinada. Pero también me gusta la fiesta de la polenta taragna en Roncobello».
Sobre la violencia contra las mujeres
Capítulo sobre la violencia contra las mujeres. Sofia Goggia también se vio afectada por el asesinato de Giulia Cecchettin: «Creo que los comportamientos culturales medievales deben ser atacados y estigmatizados, así como la indulgencia ante la arrogancia del poder masculino, los modelos agresivos que la televisión y los medios difunden en el país. Deberíamos introducir en las escuelas una educación cívica y emocional para que los jóvenes sean guiados hacia el valor del respeto hacia los demás y se conviertan en anticuerpos contra la violencia. Cecchettin gritó sus miedos, no fue escuchada. Es una historia que nos muestra que incluso aquellos que son pintados como “buenos” chicos no están exentos de crímenes tan atroces».
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