Roberto Vecchioni no se detiene. Entre canciones, giras y un libro, Entre el silencio y el trueno. A los 80 años, el cantautor que conquistó Sanremo con Alfa: sigue luchando contra «la ignorancia, la incapacidad de mirar a los demás, la insensibilidad ante el dolor de las personas. Son las peores cosas que pueden existir», cuenta al Secolo XIX.
La esposa Daria
En sus canciones habla de sueños, le escribe a su esposa Daria "recuérdame nunca olvidarte". Lo escribe en juego porque «sabe muy bien que nunca lo hará, lo dice para tranquilizarse». Pero el profesor también tiene un temor: «Tengo el miedo de escribir canciones que nadie luego escuchará. Entonces te refugias en la coherencia de seguir haciendo lo que sientes. Que nunca debe ser trivial ni mediocre. Y en ese momento corres el riesgo de no ser entendido. Durante años casi nadie conocía “Sueña chico sueña”. De repente se hizo famosa en toda Italia».
Los jóvenes
Una canción que merecía mayor reconocimiento. No hay duda. «Esperaba la oportunidad de una revancha. Se lo debía, porque es mucho más hermosa que “Llámame aún amor”. Y universal, de hecho los boy scouts, los chicos católicos, las chicas de las escuelas ya la cantaban. El gran público en cambio no».
Al Secolo XIX cuenta que también se sintió incomprendido por un período pero ahora es diferente. Todo diferente. El Festival de Sanremo le ha dado una nueva vida. «Los jóvenes me llaman, me buscan, recibo mensajes de todas partes. Siento realmente un afecto físico. No me lo habría imaginado. Evidentemente, fue importante pasar el testigo a Alfa, durante el Festival, porque significa que ciertos valores están vivos».
La muerte del hijo
Luego lo privado, el dolor por la trágica muerte de su hijo Arrigo. Un dolor inmenso para su esposa Daria que «nunca se ha recuperado. Espero que sonría de vez en cuando, pero es difícil. Tiene amigos, amigas, hijos y nietos que la quieren bien. Pero de vez en cuando se ausenta, va al baño y llora por una hora...». ¿Y cómo está Roberto Vecchioni? «Sufro como un loco. Pero logro poner la cabeza en las palabras, en las pequeñas cosas que puedo decir a la gente. Y luego la alegría de haber llegado a 80 años bastante íntegro. Es un regalo del cielo que no quiero desperdiciar hasta el último día».
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