Nos amábamos tanto: Crónica de una familia disfuncional

Nos amábamos tanto: Crónica de una familia disfuncional
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domingo 7 abril 2024, 20:50

Nos amábamos tanto. Hubo un tiempo en el que esta extraña familia no era tan extraña. Los roles estaban bien distribuidos, con credibilidad y sin excesos, y cada personaje podía considerarse útil al espectáculo de lo cotidiano. Cada uno en su lugar, con orden y naturalidad. Quien vestía el traje del intelectual, por ejemplo, debía ser considerado una metáfora de esperanza futura y era apropiado reservarle amor y gratitud como a un heroico y fascinante caballero. Era lícito que una bella y amable joven se enamorara de su profesor y era igualmente plausible que la familia de la joven protegiera al sabio hombre como a un animal en peligro de extinción. Y así Vera se casa con Aleksandr, lo lleva a Casa y la historia comienza. Los habitantes del planeta Čechov se animan, encuentran una dimensión adecuada a su formación, todos reman en la misma dirección y la posibilidad de una Rusia eficaz y victoriosa deja de ser un espejismo y se convierte en un concreto y real mañana. En una dimensión donde el hombre es artífice de su propio destino, la felicidad podría encontrar el espacio adecuado. Pero Vera muere y todo cambia. La esperanza se apaga y quien intenta recomenzar suena ridículo en su intento. El corazón se tiñe de negro y esta posible comedia colorida se convierte en una risa histérica y sacrílega en un funeral. La idea de un país guiado por sus pensadores está enterrada y nosotros no podemos más que hacer cuentas partiendo de este inexorable hecho. Esta casa está culturalmente muerta, amigos míos. Está gobernada por ignorantes y por estériles ideologías. Nos lo recuerda el Tío, ese bufón mal vestido que mira con lujuria a nuestras novias y espera las reuniones familiares para emborracharse y lanzarnos en cara nuestra condición permanentemente humillante. Inútil trabajar, inútil esforzarse, inútil estudiar. Dice, el tío. Mejor esperar un ingreso sin sudar, mejor quejarse de quien ha destruido el talento.

La segunda etapa del Proyecto Čechov abandona el juego y se ensucia con el tiempo. Barre a los campesinos que citan a Dante de memoria para permitir un abuso de construcción ambicioso y musculoso. Había un gran prado verde donde nacían esperanzas y nosotros hemos construido una casa asfixiante con demasiadas habitaciones inútiles ocupando cada espacio vital. Teníamos matices y ahora hay un quirúrgico blanco y negro que guiña el ojo al espectador inteligente. Teníamos mujeres y hombres que buscaban la vida a través del amor pero hemos preferido tomar distancia. ¿Cuándo?

¿Cuándo se convirtió en "demasiado poco" hablar de amor? Como si luego hubiera algo más interesante. Si en El Gaviota desperdiciábamos papel y tiempo razonando sobre la forma más correcta con la que transmitir emociones al público, divididos entre realismo y simbolismo, entre poesía y prosa, entre directores, escritores y actrices, y nos bastaba un banco para atormentarnos por los dolores del corazón (¡Cuánto amor, lago encantador!) en Tío Vania el arte está relegado a concepto museístico, cosa de folletos aristocráticos, un estéril intelectualismo que ya no piensa en su pueblo, que aburre la pasión y permite a los incapaces vivir del teatro.

Y entonces que esta extraña familia cantada por Čechov tenga la cara de Gaber. Su máscara irreverente. O mejor aún de Freak Antoni. Que sea desafinada y agramatical. Derrotada por sus propios fantasmas. Repugnante y molesta. Con el aliento malo. Más alta que el cacareo de una gallina en un mitin, más profunda que el rebuzno de un asno puesto a pilotar un avión que está por estrellarse. Que se burle de quien se esconde detrás de los proyectos porque está asustado y que dé muchos y sentidísimos aplausos a quien cree que Tío Vania es un texto actual porque habla de árboles. Han construido una hoguera tan estúpida que prefiero congelarme en el sincero frío de mi soledad, déjenme fuera, excluido como el perro de Rino Gaetano. Tómense las bellotas y déjenme las alas.

En esta cosa/casa ni siquiera quiero entrar - pero sean pacientes, ¡el próximo año la vendemos de verdad! "No es nada, mi niña, las ocas graznan por un rato y luego se calman... Graznan por un rato y luego se calman".

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