El hundimiento de la ley de final de vida en Veneto, caída por un voto decisivo de una consejera católica del Partido Democrático, Anna Maria Bigon, es comentado positivamente por el cardenal Pietro Parolin, quien destaca que el tema de la defensa de la vida es 'nuestro tema'. Ese adjetivo posesivo - nuestro - significa 'nosotros católicos'. El cardenal destaca, en pocas palabras, la visión de la Iglesia y del Magisterio basada en la irrenunciabilidad de los valores cristianos. 'La vida debe ser defendida en todas sus etapas, dimensiones y expresiones: desde el inicio natural hasta el final natural'.
El Secretario de Estado del Vaticano ha seguido desde el otro lado del Tíber los eventos en Veneto, región de la cual proviene, sabiendo muy bien que nadie hoy tiene la intención de promover, apoyar o incluso remotamente imaginar una especie de renacimiento de la DC, el partido católico que históricamente siempre ha hecho referencia a la Iglesia en un pasado que ahora parece remoto.
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'El pasado no se puede repetir', aseguró Parolin. 'Fue una temporada con sus grandezas, sus debilidades, sus límites que sin embargo ha terminado y sabemos cómo. Más allá de la fórmula, es importante que existan los valores de los católicos que luego son valores humanistas que pueden encontrar espacio en la política de hoy y también en la realización'. Sobre si puede haber un diálogo con la política de hoy como en la primera República, Parolin ha observado: 'Debe haber. Papa Francisco, al inicio de su pontificado, decía que las relaciones con la política italiana son competencia de la CEI, pero creo que en la situación particular en la que vivimos no puede no haber una relación también con la Santa Sede. Es importante que haya coordinación y colaboración entre la Santa Sede y la CEI para que se avancen los mismos temas'.
Sobre el final de la vida, el Papa Francisco ha hablado decenas de veces enfatizando que para un creyente no hay un derecho a la muerte. Naturalmente, se promueven los cuidados paliativos, pero sin confundir 'esta ayuda con derivas también inaceptables que llevan a matar. Debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar a cualquier forma de suicidio. Recuerdo que siempre se debe privilegiar el derecho a la atención y el cuidado para todos, para que los más débiles, especialmente los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. De hecho, la vida es un derecho, no la muerte, que debe ser aceptada, no administrada'.
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