Esperanzas y dudas. «Esperamos que el Plan Mattei no quede como un marco vacío». La red católica presente en África, aún muy arraigada y compuesta por decenas de órdenes misioneras, fortalecida por recientes acuerdos de los hospitales del Vaticano en países clave, como la República Centroafricana o, recientemente, Camerún, sin mencionar el trabajo minucioso de Sant'Egidio y Cuamm, la gran ONG católica que proporciona médicos y asistencia en ocho países del África subsahariana (Angola, Etiopía, Mozambique, República Centroafricana, Sierra Leona, Sudán del Sur, Tanzania, Uganda) con alrededor de tres mil operadores tanto europeos como africanos en 23 hospitales, 64 distritos (para actividades de salud pública, asistencia materno-infantil, lucha contra el SIDA, tuberculosis) constituyen una plataforma estratégica significativa en la que el gobierno de Giorgia Meloni espera poder contar.
Su es un proyecto ambicioso llamado como el fundador de Eni para «promover un desarrollo común, sostenible y duradero, en la dimensión política, económica, social, cultural y de seguridad». Pero nadie se hace ilusiones, África es un continente complicado, multifacético, en rápida transformación, atravesado por una peligrosa ola de neocolonialismo y un manifiesto rapacidad por parte de Rusia y China (sobre todo) para acaparar materias primas. Sin embargo, para Europa e Italia sigue siendo una oportunidad para trabajar en varios frentes, también para poder detener el fenómeno migratorio.
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Don Dante Carraro, al frente de Cuamm, destaca las virtudes y defectos del Plan Mattei. «Tengo en el corazón la esperanza de que pueda sentar las bases para crecer y hacerlo juntos. Crecer trabajando “con”, sin la prisa de resultados fáciles e inmediatos sino, al contrario, comprometiéndose con constancia y determinación en una perspectiva a largo plazo, aceptando el esfuerzo del desarrollo y la paciencia de esperar un resultado».
Espera que el Plan no quede como un «marco vacío, sino que esté hecho de intervenciones concretas». «Nos gustaría que quienes tienen el poder de dirigir las políticas futuras tuvieran el coraje de tomar decisiones radicales, guiadas por la conciencia de que realmente todos estamos “en el mismo barco”, como dice el Papa Francisco, y que el bien y el “bienestar” del prójimo, cercano y lejano, nos concierne a todos, indistintamente».
El diario de los obispos Avvenire, en un editorial, observa con interés todos los pasos pero lanza un mensaje transversal para aclarar que es una cosa más que buena apoyar el desarrollo junto a los líderes africanos pero solo si se amplía el horizonte. «Lo que no encaja en el Plan Mattei es el objetivo subyacente de que mediante la ayuda se puedan detener las migraciones desde África hacia Europa. Es incorrecta la lectura del fenómeno e ineficaz la terapia. En el primer frente, los focos puestos en África como fuente de migraciones masivas e insostenibles provienen de la alarma de los desembarcos. Pero los desembarcos, y la entrada de refugiados, son solo una pequeña fracción de un fenómeno migratorio mucho más amplio” que es derivado de las guerras, represiones e inestabilidad de vastas regiones africanas».
Aún más incisivo, el padre Giulio Albanese, quizás el africanista italiano más conocido, misionero de larga data con los Combonianos. «Obviamente, estoy contento cuando se habla de África, dice al Messaggero, pero me parece prematuro el plan y no entiendo cómo se concretará. No se hacen bodas con higos secos, 5 mil millones de euros pueden estar bien para los terremotados de Emilia Romagna pero no para un continente, e incluso asumiendo que lleguen contribuciones de privados primero hay que abordar problemas sistémicos relacionados con la finanza especulativa que tiene un fuerte impacto en la deuda pública de cada país africano. La deuda está financiarizada y el pago de intereses está vinculado a las especulaciones bursátiles. Mientras haya especulación en materias primas, cualquier intento será en vano. Sería necesario anular las deudas públicas».
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