«El desarme es un deber moral». El Papa Francisco observa la carrera armamentista que se vislumbra en el horizonte y pide avanzar por la vía diplomática para encontrar una solución a los conflictos en curso, recordando que en Gaza hay «miles de muertos y heridos, de desplazados, las enormes destrucciones que causan dolor con consecuencias tremendas en los más pequeños. Me pregunto si realmente se piensa construir un mundo mejor de esta manera? ¿Realmente se cree que se alcanzará la paz? Basta por favor, digamos todos 'basta por favor. Deténganse».
Gaza, llegan del cielo con el paracaídas los ayudas humanitarias: multitud en la playa
En el Ángelus, el conflicto en Ucrania y el de Gaza han vuelto a estar en el centro de las reflexiones papales. «También animo a continuar las negociaciones para el cese al fuego. Para que los rehenes sean liberados de inmediato, sus familiares los esperan con ansias, y para que la población civil pueda tener acceso seguro a la comida». Desde hace tiempo, la predicación papal enfatiza que con los gastos militares se podrían iniciar muchísimos proyectos humanitarios y sociales. «Cuántos recursos se desperdician en armas. Que la comunidad internacional comprenda que el desarme es ante todo un deber, un deber moral, pongamos esto en cabeza y esto requiere el valor por parte de todos los miembros de la gran familia de las naciones de pasar del equilibrio del miedo al equilibrio de la confianza».
En la plaza esta mañana ondeaban banderas ucranianas y del arcoíris. También hubo un larguísimo aplauso de apoyo. «No olviden a la martirizada Ucrania donde cada día mueren muchos y hay tanto dolor». El mundo, agregó Bergoglio, debe pasar del equilibrio del miedo al equilibrio de la confianza.
La reflexión sobre el Evangelio, en cambio, ha girado sobre otros temas. Francisco, con voz aún ronca, ha repetido que no se debe hacer de la Iglesia un mercado. Para el camino de cuaresma ha invitado a salir del propio aislamiento cotidiano para rezar. «Rezando mucho, como hijos que sin cansarse llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados. Y luego difundiendo fraternidad. Hace falta. Pensemos en el silencio incómodo, aislante, a veces incluso hostil que se encuentra en muchos lugares. Por ejemplo, en los medios de transporte: todos cerrados en sus pensamientos, solos con sus problemas, con los oídos tapados por los auriculares y los ojos hundidos en los teléfonos móviles. Un mundo en el que ni siquiera se regala una sonrisa o un chiste gratis: ¿por qué resignarnos a esto? Demos nosotros el primer paso».
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