Todo comenzó con un café. Estaban en un supermercado en Bolonia y con un chiste él, un hombre de 36 años elocuente, se acercó a ella de manera insistente. Ella no pensó mucho en ello, dijo que sí pero solo para quitárselo de encima. En ese punto comenzó la pesadilla. De alguna manera consiguió su número de teléfono y en los días siguientes comenzó el acoso: llamadas, mensajes, acecho fuera del trabajo. La vida de Isella Marzocchi, una mujer de Bolonia de 52 años, cambió por completo.
Después de unos meses, la mujer decidió denunciar al acosador. Código rojo, brazalete electrónico para él y gps para ella. Luego las investigaciones, el juicio y, el lunes 19 de febrero, la condena a 2 años, escribe el Corriere della Sera. "Sí, él fue condenado, pero me dicen que no cumplirá un día de cárcel y así yo sigo llevando spray y mirando a mi alrededor", confesó Isella.
Todo por ese café
Sus desplazamientos al trabajo, en su barrio, pero también sus hábitos, todo se vio afectado. Tiene un dispositivo (el gps) conectado a la pulsera del acosador y a la central de la policía. "Suena cada vez que él se acerca a menos de 400 metros de donde estoy. Aparece el símbolo de prohibido con una figura estilizada que me dice 'estás en una zona de riesgo'", explicó Isabella. Pero no se siente segura, en 7 meses la alarma sonó 40 veces.
Él la llama desde diferentes números cada vez, le envía mensajes provocativos, se pone celoso si la ve con su esposo. Piensa que con ese café comenzó 'una relación'. Al principio, colegas y familia no la dejaban sola. En las primeras dos semanas después de la denuncia, cuando había que esperar a tener el dispositivo disponible para ponerle al acosador de 36 años, ella nunca salió de casa. El miedo era demasiado.
'Me angustia saber que tarde o temprano le quitarán la pulsera porque está claro que es una persona perturbada'. ¿Y ahora? 'Estoy pensando en cambiar de ciudad. Todo por ese café'.
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